
De nuevo en el ascensor un extraño ser se montó a mi lado.
Acaricié al canino que me lamía los tobillos y no pude evitar mirarle.
- ¿A qué piso va?
Me miró arqueando una ceja.
- A Babia.
Pulsé el 2º y cuando estaba sacando las llaves me di cuenta de que me seguía.
- ¿Perdone?
- ¿si?
- ¿adónde va?
- A Babia.
- Pero me está usted siguiendo.
- Exactamente....
Entonces comprendí y le dejé pasar.
Desapareció en cuanto cruzó el marco de mi puerta.
(gracias por la colaboración a sir Franagan).